martes, 26 de noviembre de 2013

Prólogo Cap IX - El corazón de Y'shaarj

El eco de los pasos era el único sonido que se expandía por las cámaras. Mientra el grupo avanzaba por aquellas vacías y siniestras estancias, las oscuridad y el silencio era lo único que conseguían hallar. El palacio de mogu'shan había quedado totalmente abandonado, allí donde antaño se reunían mogus de todos los clanes y se alzaba con símbolo de gran poder, ahora parecía una cripta fantasma.

Las antorchas lograban iluminar escasos metros del largo túnel por el que avanzaban, los relieves y gravados de las paredes y suelos pasaban desapercibidos debido a la espesa oscuridad. Los tres monjes y la sacerdotisa avanzaban cuidadosamente sin bajar la guardia en ningún momento, enemigos podían hallarse en cualquier escondrijo, desde sauroks saqueadores hasta alguna bestia que hubiera logrado adentrarse en las salas.

La misión parecía simple, tan solo debían investigar sobre una reliquia mogu que podría haber sido escondida en las cámaras. 
Tahlean ojeaba un pequeño mapa del palacio. 
-Estamos cerca, podría estar en la siguiente sala.- anunció el elfo con el semblante serio habitual.
-Llevamos más de una hora aquí metidos, para no encontrar nada más que escombros y baratijas.- se quejó Iruam
Alasios se detuvo unos segundos, el grupo se percató ya que él portaba una de las antorchas. 
-Hay alguien más...- la ceguera del monje le habría permitido oír algo que el resto no percibió.
Un estruendo cercano alertó al grupo. Iruam arrebató la antorcha a Beatrice y avanzó rápidamente por el túnel.
-¡Iruam detente!

El Kaldorei corrió tras él, seguido de Beatrice y Alasios. Iruam logró llegar a la sala antes que el resto, pero no encontró indicios de vida alguno. Sin embargo, en el centro de la sala algo logró llamar su atención. Parecía ser un enorme y robusto cofre de piedra. El cofre tenía grabados de color dorado en los bordes, y símbolos mogu que cubrían todo el exterior. Iruam hizo ademán de abrirlo, pero como era de esperar se hallaba cerrado a cal y canto. Sin embargo, en sus manos tenía la llave que revelaría el interior de éste.

Iruam introdujo en la cerradura una llave que había sido conseguida por la orden meses atrás. Una llave capaz de abrir cualquier cerradura, y ante el monje se encontraba la primera prueba que revelaría si las leyendas que contaban acerca de ésta eran ciertas o por el contrario eran absurdas historias de piratas. La llave era de un tamaño inferior a la cerradura, pero nada más introducirla, ésta brilló con una potente luz. El monje giró la llave y el cofre se abrió desprendiendo una especie de niebla que desapareció entre la oscuridad de la sala. Dentro se hallaba guardada una valiosa reliquia con forma de cetro.

-¡Iruam detente!- repitió el Kaldorei.-¡No sabemos que poderes tiene esa reliquia!
Mientras el resto del grupo alcanzaba al elfo, Iruam se hallaba ensimismado con la belleza y exquisitez con la que había sido creado ese cetro. Tuvo un impulso de cogerlo, pero se detuvo a escasos centímetros. El joven monje oyó un leve susurro en su interior.
''Vamos...tómalo...has logrado llegar hasta aquí... lo mereces.''
Iruam ni siquiera escuchaba al resto del grupo.
''Si no te haces con él... el resto del grupo te lo arrebatará... ¿Vas a dejar que mancillen tu orgullo una vez mas?...''

El monje agarró el cetro con fuerza levantándolo y un brillo lo envolvió junto con la reliquia. Un rayo de color esmeralda impactó en el cetro provocando que la reliquia saliera despedida por la sala hasta caer por alguna zona de la estancia.
Iruam se giró con rabia para descubrir que era Tahlean, su maestro, el que había lanzado ese rayo. Con furia arremetió contra el elfo lanzando un rayo similar al que había lanzado el monje segundos antes. Pero no fue el rayo lo que impacto en el Kaldorei. Tahlean recibió fue empujado fuertemente por Alasios, que lo desplazó hasta chocar con una columna cercana, recibiendo él el impacto del rayo.

Beatrice corrió hasta el cuerpo inmóvil de Alasios, sus manos inundadas en luz intentaban sanar las heridas de éste. Iruam se arrepintió de lo que acababa de hacer, se acercó rápidamente hasta el grupo, pero un golpe en la cabeza lo detuvo. El elfo le había propinado un fuerte golpe que le hizo caer de rodillas.

Una voz inundó entonces la mente del Kaldorei.
''¿Vas a dejar que siga dejándote en evidencia..? ¡Acaba con él!''

Tahlean agarró a Iruam del cuello apretándole tan fuerte que le impedía respirar. El humano se halló suspendido en el aire por el brazo que le asfixiaba. Aunque el monje arremetió varias patadas en las costillas al elfo, éste seguía sin inmutarse mientras el humano luchaba por sobrevivir.
Beatrice se percató de la lucha que mantenían ambos.
-¡Parad!- las palabras de la sacerdotisa fueron ignoradas por el elfo.- ¡Tahlean detente, suéltalo!
Beatrice se concentró mientras se incorporaba. Un halo de luz salió despedido de su interior iluminando y arrasando todo a su paso, derribando consigo a los monjes que se hallaban enzarzados en la pelea.

Tahlean se incorporó lentamente. Sentía un gran dolor en un dorsal, y tenía magulladuras por todo el cuerpo. Observo vagamente entre la oscuridad el cuerpo inconsciente de Iruam. Recorrió la sala con la mirada hasta encontrarse con una de las antorchas que iluminaba a Beatrice y Alasios. Se acercó a ellos y descubrió como la sacerdotisa lloraba desconsoladamente. 
Beatrice agarraba la mano de Alasios mientras se mecía. El elfo se arrodilló junto a ellos.
-Esta...muerto.- afirmó la sacerdotisa.
-No...no puede ser..

Tahlean comprobó la respiración de Alasios confirmando las palabras de Beatrice. El elfo sintió como si un agudo pinchazo ahondara profundamente en su corazón. Alasios había sido un gran rival para él, pero aun más importante, había sido un compañero honorable. El elfo no pudo evitar derramar algunas lagrimas e intentó consolar a Beatrice que se hallaba enteramente derrumbada.

Desde un oscuro rincón de la sala y semioculto tras una columna, un invitado observaba la escena. Al igual que el elfo, o que su esposa Beatrice, el guardián no pudo controlar sus sentimientos dejando caer algunas lagrimas que recorrieron sus pálidas mejillas.
Sin duda era una de las peores visiones que había presenciado, peor incluso que las que había vivido junto al señor Awiergan Osbourne. Marther agarró el talismán con fuerza y le suplicó para abandonar la visión.

La oscuridad ocultó la escena al completo, sin embargo el guardián no había abandonado la visión aún. Marther estaba totalmente a oscuras. En un principio pensó que se trataba de un estado de transito entre el trance de la visión y la realidad, pero entonces oyó un ruido. Se trataba de un sonido periódico parecido al de un goteo continuo, acompañado de una percusión. El guardián creyó que se trataba de tambores de guerra, pero el sonido provenía de la sala en la que se encontraba y no del exterior. Una resplandeciente luz apareció en la mano del paladín, iluminando precavidamente el lugar en el que se encontraba. Buscó rápidamente indicios de vida o enemigos en aquel lugar, pero parecía que se hallaba solamente él.

En el angulo opuesto de la sala se encontraba una especie de trono. El guardián se acercaba lentamente con recelo. Una especie de chasquido le hizo detenerse, un charco de color púrpura se hallaba a sus pies. El paladín se agachó lentamente y barajó en su mente de que tipo de líquido podía tratarse. Una gota desequilibró la armonía del charco al caer en éste y cubrirlo de ondas que se expandían lentamente. 
Un escalofrío recorrió a Marther. Mientras retrocedía unos pasos levantó la vista hacia el techo de la sala. Entonces lo vio, atado con cadenas en mitad de la estancia, mientras la sangre manaba lentamente y el latir parecía marcar las pautas de unos tambores en la batalla.

El guardián se quedó completamente petrificado. Un frío sudor cubrió la frente del humano y sus piernas y manos temblaban como nunca antes lo habían hecho. Su garganta parecía haberse negado a tragar saliva y sus ojos no parecían querer cerrarse ante la espeluznante situación.
Marther agarró con fuerza el talismán implorando a la misma reliquia, a la luz o a cualquier ser superior que le sacaran de aquel lugar. En su mente se barajó incluso la posibilidad de quitarse la vida si el artefacto no llegaba a funcionar y alguien descubría que había estado allí. Pero por suerte todo se volvió negro y al abrir los ojos de nuevo se encontraba rodeado del resto de miembros de la orden.

Marther Strang había luchado en infinidad de batallas, enfrentándose a poderosos enemigos, y sin embargo se hallaba tembloroso y aterrado como un niño por primera vez en su vida. Su esposa Beatrice le agarro fuerte la mano, el grupo parecía inquieto ante el aspecto del guardián. Su mirada se hallaba vacía, sus labios estaban secos y su tez más pálida que de costumbre.
-Traed agua por favor.- dijo Thilane, y rápidamente Monlee le tendió una cantimplora que por una vez en su vida no estaba rellena de alcohol.
El grupo estaba asustado y temeroso, todos los miembros se apoyaban en aquellos que amaban, esperando las palabras del paladín.

Recuerdos del pasado viajaron por la mente de Marther, desde que la orden había sido formada se habían enfrentado a peligrosos enemigos y situaciones muy complicadas, pero aquello era distinto. Aquello superaría a todos con creces. No sabía, o mejor dicho, no se atrevía a propinar aquel mazazo a sus compañeros.
-¿Y bien, que habéis prresenciado?- preguntó Iridi para romper el silencio.
El guardián se extrajo de sus pensamientos y miró a la Draenei. Seguidamente miró a cada uno de los allí presentes: Awiergan, Muriel, Karin,... y entendió que no estaban preparados. Aun así tenían el legítimo derecho de saberlo.
-He visto un artefacto...-si podía llegar a llamarse así, pensó.- que debemos destr...- el guardián corrigió sus palabras.- Que debemos intentar destruir.- terminó por decir, recalcando las ultimas palabras ya que no creía que pudieran llegar a tanto.
-¿De que se trata?- preguntó impacientemente la señorita Muriel Greene.
El guardián se tomo unos segundos.


-El corazón de Y'shaarj

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