martes, 26 de noviembre de 2013

Prólogo Cap X - Las llamas de la venganza

Allí se alzaba, en aquellas tierras sombría cubiertas de muerte y oscuridad, la orgullosa e intimidante base de la Orden.

Lionell se hallaba frente a la poderosa cúpula que protegía las estancias, disfrutando de la exquisitez con la que había sido hilada semejante barrera de poder. 
Algunos recuerdos invadieron vagamente sus pensamientos. Había crecido en aquella zona, y en ella había pasado sus mejores pero también sus peores momentos. Allí fue nombrado Guardián de la Orden, y también había sido derrocado.

La base de la Orden no sólo representaba un imperecedero lugar donde mantenerse a salvo, donde convivir con el resto de los compañeros, o donde reunirse. Representaba un símbolo de poder, un poder que determinaría en muchas ocasiones la supervivencia de la misma y de aquellos que se refugiaban entre sus paredes... y como tal, debía ser destruida.

Los manáfagos ya había comenzado a hacer su trabajo. Aquellos canes demoníacos absorbían la inagotable magia arcana que componían las distintas capas de la barrera. Infinidad de enemigos habían intentado atravesar sus escudos con el paso del tiempo, pero muy pocos lo habían conseguido, y menos aún habían logrado contarlo.

Lionell rozó con su mano el exterior de la cúpula como si de una caricia se tratase. Es el momento, pensó.
Apoyó su mano sobre la barrera mientras se concentraba, y segundos después pudo observarse como alrededor de ésta comenzó a crearse una especie de mancha de color púrpura. 
La cúpula comenzó a resquebrajarse lentamente desde la zona en la que el brujo había tocado. Varios senderos agrietaban la mágica barrera, expandiéndose en su totalidad, dejando la imagen similar a la de un cristal a punto de desintegrarse.

Y así ocurrió, una bola de fuego impactó sobre la misma provocando que miles de pedazos de lo que hasta ahora había sido su escudo protector volaran por los aires.

Lionell sabía que no quedaba ningún miembro de la orden en el lugar, pero no le importaba, no pretendía realizar una ofensiva sino mandar una señal. 
Una señal que indicaba cuanto rencor poseía dentro de lo más profundo de su ser. 
Una señal que les haría sentir débiles de nuevo, perdidos, y sin un lugar a donde ir. 
Una señal que determinaba que no pararía hasta poseer el talismán del destino.

El brujo se encargó de que cada recoveco de aquel lugar ardiera entre las llamas de su venganza mientras susurraba algunas palabras para sus adentros.

Ya os he conocido y he sido capaz de saber cuan poderosos sois, ahora es hora de que me conozcáis a mi... y a mi orden...porque no me detendré hasta conseguir aquello que anhelo.








No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.